Llega el día «C»

tarjeta curiosa

Tengo un importante anuncio que hacer. Dentro de un mes exactamente (“si Deu vol”, como dicen en mi tierra):

El día 22 de marzo del año 2018, la Academia de Curiosos abrirá sus puertas.

El día “C” está a puntito de llegar. Aleluya.

La primera edición transcurrirá en primavera, qué mejor que este precioso momento del año donde la naturaleza parece renacer, para empezar con una tarea tan bella. Hemos preparado un programa que se llama “Cerezas de primavera” plagadito de Belleza en cualquiera de sus formas. Hemos previsto una “cereza” (conferencia) cada jueves, desde el 22 de marzo (evento de apertura), hasta el 21 de junio (exceptuando el Jueves Santo y Corpus Cristi). Si supierais lo que estoy disfrutando al prepararlo, he conversado con tanta gente interesante para ello que estoy seguro de que ésta va ser una primavera muy especial para todos los curiosos.

Si lees este blog (os conozco a todos menos al uruguayo), en los próximos días recibirás un mensaje de mi parte “invitándote” a formar parte del primer grupo de curiosos. Este primer grupo es por invitación, bien por mi parte o bien por alguno de los curiosos que me lo sugiera. No hay otra forma más de apuntarse que por invitación. Esto es así por muchas razones, pero la más importante es que quiero que estemos en familia, sentirme a gusto entre gente a la que quiero.

El que sea por invitación no implica que sea gratuito. Os quiero mucho, pero sé que pagáis para ir al fútbol o al cine, para haceros la manicura o tomaros un chuletón. Esta temporada de cerezas está preparada con muchísimo cariño, escogiendo los contenidos y convenciendo a los mejores maestros que conozco para que podáis disfrutarla como merecéis. Lo que recibiréis a cambio de unas cuantas monedas es alimento para vuestro alma. Sé que eso no se paga con dinero pero, mientras sigamos viviendo en este mundo finito y cruel, los maestros y yo tenemos un cuerpo que alimentar. Y sabed, porque me consta que alguno de vosotros no lo sabe, que hasta los bocatas de choped tienen un precio en esta sociedad en la que vivimos.

Durante este mes, tanto en este blog como por email, iré adelantando a diario contenidos e información relativa a la Academia. El que tenga alguna duda que no pueda esperar (como proponerme a alguien al que invitar) puede llamarme por teléfono o enviarme un mensaje a mi flamante nuevo correo electrónico: luis.mora@academiadecuriosos.com .

Cómo me gusta tener una cuenta de correo tan bonita (un regalo que me han hecho), me dan ganas de escribirle al mundo entero. Ya veis que tengo muchos motivos para sentirme feliz hoy. Seguro que muchos de vosotros también.

 

Hasta muy pronto,
El colibrí curioso.

elcolibricurioso

 

 

Repitiendo amor

 

Repetir voluntariamente es reconocer un pasado que nos cautivó y querer seguir descubriendo. Repetimos Colombia con los Candileros para celebrar un amor que quiere repetirse. Qué década tan prodigiosa para nosotros, llena de juventud, de energía, de posibilidades, de libertad y paz en nuestra tierra, de amistad, de amor. Diez años de viajes en común, de ciudades con historias antiguas, de culturas sugerentes más allá del frío y del calor, de naturaleza sobrecogedora. Y si sólo fuera eso. Diez años de familias que se quieren, de buena salud, de niños que nacen y crecen, de madres que año a año embellecen. Cada vez que emprendemos el siguiente viaje, miro hacia atrás y recuerdo una parte de lo vivido. Es tanto por lo que debo agradecer que, a veces, hasta me avergüenzo de tanta fortuna. Deberíamos pensar, pronto, en cómo devolver algo de tanta dicha que nos han otorgado sin necesariamente merecerlo.

 

Repetir también es reencontrarse. Paseando por la ciudad antigua, ya no me ciega el resplandor de la novedad, todo me resulta familiar, vivido. La luz de la repetición es suave, melancólica, descubre matices, encandila. Me dejo llevar por los distintos aromas que se desprenden de sus flores, por los colores de sus frutas, por el hablar de sus gentes, por el sonido de una música que me llega hasta el alma. Encaramado a los muros de la ciudad antigua las cálidas olas del Caribe me saludan tranquilas. Imagino a piratas y corsarios, hidalgos y caballeros, indios y negros. Hubo otras épocas donde intrépidos aventureros perseguían sueños de gloria, probablemente los últimos de esa estirpe fueron Bolívar y el Che. Todo es más tranquilo hoy para la mayoría de nosotros, más apacible, quizás demasiado. Parece como si en un mundo más evolucionado la pasión se hubiera reducido al fútbol y los sueños de grandeza a que nos toque la lotería. Es la pereza del pequeño capitalista, que nos reblandece convirtiéndonos en conformistas, en defensores de lo “nuestro”, en recalcitrantes burgueses. Reflexiones inútiles en soledad frente al mar. Remotas, al otro lado de la ciudad colonial, se escuchan las campanas de la catedral. Llaman a Fernando y Diana, llaman al amor y a todo aquel que quiera practicarlo en cualquiera de sus formas. Me llaman a mí, a todos nosotros.

Hay bellezas que duelen, lo sientes al posar tus ojos sobre ellas. Sientes un pinchazo en el corazón y, si tu alma es cobarde, apartas la vista para no sufrir. En una terraza cartagenera, mientras el sol se hunde en el Caribe, una espléndida mujer colombiana nos recibe con una sonrisa que le durará toda la noche. Es la noche de Diana, desde hoy lo serán todas las noches. Sus ojos arrebatan, su alegría contagia, su ritmo fluye en un cuerpo que necesita expresarse a través de su música. Es la Diana mujer, la Diana libre, la reina de los ritmos sabrosos. La observo en una de las pocas treguas que me doy para refrescarme, y me parece entenderla. Su energía inagotable proviene del sol y el calor de su tierra, su hechizo, de la dulce luna que se refleja en el mar. Ella es mucho más aquí.

Sentado en la hamaca frente a la piscina de Casa Candil agarro mi viejo libro. Ha sido mi fiel compañero en varios viajes y su piel, como la mía, está agrietada por el paso del tiempo. En mis manos “El amor en los tiempos del cólera”, la vida misma a través de los ojos Fermina Daza y Florentino Ariza. Lo abro al azar, por una página cualquiera. No es la historia lo que me interesa hoy, es gozar de sus palabras que saben a almendras amargas, del ritmo que me agarra de la mano y me lleva a través de cada página, de los recuerdos que me hacen suspirar. Hay pocos placeres comparables con la relectura. Volver a un texto es, de un lado, recuperar el sentido emocional del recuerdo; y, al mismo tiempo, quedar sorprendido por los nuevos matices encontrados. Releer es redescubrirnos, sentir cómo en cada lectura somos distintos, apreciar cómo se ha ensanchado nuestro corazón permitiéndonos ver más allá de lo que vimos.

Sitúate frente a mí otra vez,

mírame y deja que hablen tus ojos.

El silencio suena hoy en la iglesia,

las palabras sobran.

Segundos eternos de intimidad hacen

que los fugaces parpadeos brillen,

las pestañas se humedezcan,

las cuencas desborden amor.

Todo puede encontrarse en los ojos amados,

el universo entero,

el misterio de nuestra existencia,

las raíces anudadas del amor.

Nada quiere esconderse,

el alma abre sus ventanas

y la verdad aflora bella, magnífica.

En la Heróica,

una década después,

unos ojos serenos

se unen al más bello fuego

para fundirse otra vez

en un tierno sí quiero.

En la sombra yo,

como hace diez años,

soy testigo de lo bello.

 

Cuento corto (inspirado por una foto de Pilar)

 

Todo pasa, hasta el amor más intenso -piensa Ella desde la orilla de levante del río Magdalena-. Sus brazos se apoyan en el viejo muro de ladrillo, sus ojos cansados ven el tiempo pasar en las turbias aguas. Recordando aquel amor, se pregunta por lo que pudo ser y no fue. No, él no la quería tanto, eso no era amor verdadero. La vida y el amor es mucho más: es el roce de cada día, el respirar el mismo aire, el compartir penas y alegrías. Es envejecer juntos, cuidarse, comprometerse. Eso es el amor, lo demás vana palabrería y pretenciosos sueños. Sopla un viento cálido, húmedo, que le acaricia la cara, se enreda en sus cabellos y se cuela travieso entre sus desnudas piernas. Su cuerpo se estremece de repente. ¿Cómo es posible que después de tanto tiempo sienta de este modo que la pasión recorre sus venas tan poderosamente?. Si apareciera ahora se abrazaría a él y le rogaría que le hiciera el amor de la forma más salvaje de la que fuera capaz.

 

Ahí, al otro lado de ese puente arrasado por las torrenciales aguas, me esperaba ella. ¿Dónde debe estar ahora?, ¿qué debe estar haciendo? — Él sueña desde la orilla de poniente mientras el sol se apaga sobre su cabeza. Mira al crepúsculo, su espalda descansa en el tronco del centenario eucalipto de la orilla. Las aguas del río Magdalena discurren hoy tranquilas. Sabe de la magia del lugar, aquí todo es posible. Se imagina ser un pez para cruzar ese río y meterse en su pecera. O quizás un pequeño ruiseñor en el que ella fijara sus ojos al oír sus cantos. Pero este calor… este calor le embriaga. Hoy la desea con el ardor de antaño. Necesita tocarla con la punta de sus dedos, acariciarla, aspirar su aroma de mujer, sentir el calor de su cuerpo, rozar su piel. Cierra los ojos. Sueña con ser el viento que se cuela entre sus piernas y le hace el amor. Se siente una ráfaga fugaz. Desaparece.

La música va más allá de donde llegan las palabras. En Colombia suena música por todas partes. La oyes por las calles llenas de gente, en los pequeños taxis amarillos, en las ruidosas tabernas y en los tranquilos restaurantes, incluso las playas que debieran estar desiertas son invadidas por la música de una pre-boda cualquiera. En Colombia la gente no escucha la música, la vive. Ellos no tararean las canciones, las cantan. Sus letras cantan al amor más primitivo: grandes pasiones y profundos desengaños, éxtasis amorosos y lacerante dolor. Nadie quiere aquí un amor civilizado, son amores que matan, que nunca mueren. Los ritmos son calientes, están llenos de energía, de pasión. Puedo asegurar que, a quien estas letras y estos ritmos no alteran, es porque está muerto. Bailarlas, como diría Sabina, es soñar con los pies: soñar con hacer el amor, con robar un beso, con encontrar a ese alguien a quien entregar tu corazón.

 

Son tres canciones las que me resuenan dentro, tres canciones de mis tres viajes a estas tierras. La primera que comparto con vosotros es de Juan Luis Guerra, se escuchaba en los años noventa, cuando fui allí por primera vez con mis padres. Nos habla de unos ojos, del curioso poder de una mirada. Una mirada que enloquece, que te desnuda, que te hace perder la razón. Ay el ser humano, ese pretendido ser racional, que se pierde en una mirada. ¿Quién no se ha querido perder alguna vez en una mirada así?

 

 

Me sube la bilirubina
(Ay, me sube la bilirrubina)
Cuando te miro y no me miras
(Ay, cuando te miro y no me miras)
Y no lo quita la aspirina
(No, suero con penicilina)
Es un amor que contamina
(ay, me sube la bilirrubina)

https://www.youtube.com/watch?v=Ws2uIbtO8Z0&list=RDWs2uIbtO8Z0&t=5

 

La segunda la escuché durante nuestro primer viaje a casa Candil. Sonaba en el aparato de música del patio donde, más tarde, practicábamos ritmos sabrosones con nuestras parejas. No me había fijado nunca en la letra hasta que, alguien del grupo, empezó a cantarla. Hablaba del amor y los colores, de cómo somos un lienzo en blanco que desea ser pintado. Hablaba de detalles que sólo eres capaz de ver cuando estás enamorado, de bocas que te hablan, de elevarse hasta un lugar más allá del arcoiris, de almas soñadoras. Era Juanes y su guitarra cantando su “Me enamora”. ¿Os acordáis? Empezaba así.

 

Cada blanco en mi mente
Se vuelve color con verte
Y el deseo de tenerte
Es más fuerte, es más fuerte

Me enamora
Que me hables con tu boca
Me enamora
Que me eleves hasta el cielo
Me enamora
Que de mí sea tu alma soñadora

https://www.youtube.com/watch?v=voxgN3Dhjuo

La tercera es el hit del año, es nuestra canción. Sí, porque si los “Chilenos” tienen una canción para ellos, nosotros también podemos tenerla (aunque algunos no seamos ni tan altos, ni tan guapos). Es la canción que nos ha acompañado en todas las fiestas, la que nos ha llegado hasta el alma. Habla de robar un beso, la mayor de las felonías. Habla de una boca por la que a nadie nos importaría ser un ladrón y de un corazón al que no podemos tener engañado para siempre.

Son muchos años que pasaron sin decir te quiero
Y en verdad te quiero
Pero encuentro formas de engañar mi corazón.

Son muchos años que pasaron sin robarte un beso
solo quiero un beso,
y por esa boca no me importa ser ladrón.

Déjame robarte un beso que me llegue hasta el alma
Como un vallenato de esos viejos que nos gustaban
Sé que sientes mariposas, yo también sentí sus alas
Déjame robarte un beso que te enamore y tú no te vayas

 

Sé que me estoy poniendo un empalagoso y no sé si Pinedo me va a perdonar. Acabo pronto con el mejor final posible. No es mío, claro, es del gran Gabo. Dice así: «El capitán miró a Fermina Daza y vió en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites. ¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? le preguntó.

Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.

Toda la vida – dijo.»

 

Mil gracias a todos por hacer de este un viaje magnífico y por ser siempre tan cariñosos conmigo. Brindo por que sigamos con este ir y venir del carajo mientras el cuerpo aguante. ¡¡Viva Colombia y la deliciosa pareja que nos la descubrió!!.

 

Luis

 

P.D (a mi amigo): Mi dúo dinámico de los horrendos cantares, mi compañero de paseos vespertinos, el que me escucha y es escuchado. Mi ficticio rival futbolístico, mi descubridor filosófico, una risa que me contagia, un amigo que siempre me abraza… mi amigo Isidoro.

P.D: El regalo de mi fotógrafa oficial (Cynthia).

 

Ombligos contra corazones

Cuando suena el despertador me parece que justo acababa de conciliar el sueño. Son las siete y veinte de un domingo de otoño en un hotel de los que, al mirar a las paredes, no tienes ni idea de dónde estás. Mantengo los ojos cerrados un momento más, como casi todas las mañanas, y pienso que a mis arrugas les vendría bien dormir un poquito más, dejar de querer estar en todas partes, querer vivirlo todo. Pero como siempre me dice mi amiga Adela, cuando uno tiene alma de vagabundo es inútil luchar contra ello, se es vagabundo para siempre. Que le den a las arrugas. Además, ¿no decían que eran bellas?. Hoy, mi vagabundo y yo, andamos por Valencia con una tarea muy importante que hacer, acompañar a nuestro amigo Maté en su carrera por Afanic.

Hay personas que nos enseñan que todos (sí, todos, tú también, hasta yo) somos capaces de ser mucho más de lo que somos. Esas personas son gente de apariencia normal, no necesariamente más altos, ni más guapos, ni más listos que el resto. Poseen una simple característica que los convierte en seres especiales: son capaces de ver más allá de sus propios ombligos, mirar al prójimo, y esforzarse porque ese prójimo esté un poquito mejor. Parece una tontería, ¿verdad?. Yo os digo no lo es. Mirarse el ombligo es el deporte preferido del mundo occidental. En castellano lo llamamos yoyoísmo, en un mundo tan global como el nuestro yo lo acabo de nombrar yoyoing.

 

El yoyoing es un deporte universal, puede practicarse durante todas las estaciones del año, a lo largo de todo el día y en cualquier lugar. Hay torneos individuales, en pareja o incluso puede practicarse como nacionalidad histórica, estado de derecho muy derecho, o comunidad multirracial. Es un juego versátil como pocos. Lo más habitual es mirarse el ombligo en casa pensando que merecemos más, que lo que nos da este injusto mundo siempre es poco para nosotros. Hace escasamente un mes un ombligo comunitario fue observado en un Parlament, donde un grupo de políticos justificaban sus acciones alegando lo mucho que les roba un estado malo malísimo y sus perversos ciudadanos. El yoyoíng ha sido llevado incluso al cine, Woody Allen ha retratado muchas veces su propio ombligo y el de sus amigos en el diván de un psiquiatra de Nueva York. A mí, cuando lo veo en una comedia, me suele entrar la risa, aunque la mayoría de veces que lo veo en la vida real me entran ganas de llorar.

Pero volvamos a Maté, que es quien me ha traído hasta aquí hoy. Maté es una de esas personas que os contaba antes, de apariencia normal, pero que son mucho más grandes de lo que pudieran parecer al que no sabe mirar. Hace muchos años que Maté descubrió que el yoyoing tiene un antídoto, un antídoto que se obtiene cambiando el amor al propio ombligo por el amor a los demás. Por eso Maté no practica el yoyoing, practica el running, en concreto hoy practica el running por Afanic. Maté es una especie de caballero andante cuya bella dama es y siempre será Inma, dispuesto a esforzarse por los que lo necesitan. Hoy la justa por la que batirse son unos niños con poco pelo que necesitan de su ayuda. ¿Cuáles son sus armas? Ni lanza en astillero, ni adarga antigua, ni capa roja, ni visión rayos X. Maté tiene corazón. Tiene un corazón despierto y con ganas de latir por los demás. Por eso cuando el corazón de Maté late fuerte, su sonido es una llamada que penetra en el alma de todos los que le queremos. Y es gracias a ese corazón cuando descubres que hay energías inexplicables que te impulsan para llevarte hasta donde parece imposible que puedas llegar. No os lo estoy contando de oídas, yo lo he visto.

Son las ocho de la mañana, media hora antes de que empiece la carrera, cuando Maté recibe un mensaje. Sus ojos se iluminan, su corazón comienza de nuevo a latir fuerte. Nos enseña el mensaje. Es un mensaje que le envían desde Bolivia, de parte de un tal Fernando. Podría contaros lo que dice, pero que os lo cuente Fernando es mucho mejor.

 

Es la una menos cuarto, acabamos de pasar por la pancarta que nos indica que estamos en el kilómetro 41 de carrera. Las cinco camisetas verde fosforito que le han acompañado por turnos le rodean. Cepeda, su primer escudero, sonríe a pesar de haber dejado su talón por el camino. Adelita no corre, brinca de alegría por trotar a su vera. Mauro, el pequeño de la familia Maté-Blanquer, se sabe afortunado por tener un padre así. Bañón, el de los pies ligeros, tiene hoy un correr que parece un abrazar. Yo, que más que un corredor de maratones parezco un luchador de sumo sin coleta, doy gracias a mis dañados gemelos por haberme dejado acompañarle hasta aquí. Menos de un kilómetro, allá está la meta, lo ha vuelto a conseguir. ¿Cómo es posible?. ¿Cómo es capaz un cincuentón medio lesionado de correr una maratón entera? La respuesta no está en su ombligo, está en su corazón. Maté lleva, desde las ocho de la mañana, deseando enviarle un mensaje de vuelta a Fernando. Le pide a Ignacio que le enfoque con el móvil y le contesta:

 

Querido amigo, eres pura inspiración,. Gracias por invitarme una vez más a correr contigo. Cuenta conmigo en la próxima, esté como esté.

 

 

 

 

 

 

Banda sonora de un domingo de octubre

Para Inma, la del corazón inmenso.

Just a perfect day
problems all left alone
weekenders on our own
it’s such fun.

Just a perfect day
you made me forget myself
I thought I was someone else
Someone good

Oh, it’s such a perfect day
I’m glad I spent it with you
Oh, such a perfect day
You just keep me hanging on
You just keep me hanging on

You’re going to reap just what you sow
You’re going to reap just what you sow

You’re going to reap just what you sow

You’re going to reap just what you sow…

 

 

Hay canciones simples, muy simples, que hablan de lo importante de la vida. Esas canciones suenan por todos los rincones, tan sólo hay que saber captarlas, afinar el oído y escucharlas cuando las interpretan las rojizas hojas de los árboles de un soleado jardín en un domingo de octubre. Hay domingos de otoño en los que esas escondidas canciones toman cuerpo y sus acordes se convierten en la banda sonora de un día de nuestra vida.

El domingo fue un día perfecto (A perfect day). Dejamos los problemas a un lado (problems all left alone), nos olvidamos de repúblicas independientes y de jueces, de enfrentamientos y de banderas para sentarnos en el maravilloso jardín de una cariñosa familia y encontrarnos. Y no hay mejor diversión (it’s such fun) que encontrarse con los que uno quiere. El domingo anduve de un lado para otro deseando sentarme con unos y añorando estar con todos. En cada conversación me encontraba como en casa, aunque mi pretensión de estar con tanta gente es como ver una cereza en todas partes y no poder llevártela a la boca, un amoroso tormento.

El domingo nos olvidamos de nosotros mismos (you make me forget myself) para ofrecer a los demás lo que cada uno teníamos. Unos nos regalaron su preciosa casa, otros su experto cocinar, una jovencita (a la que conozco desde muy pequeña) una maravillosa carta, otras su generoso acompañar. El domingo una gran amiga nos ofreció su cumpleaños, otros el delicioso aroma de su presencia, no hacía falta nada más. El domingo nos convertimos en una coordinada orquesta que interpretaba, sin saberlo, una sencilla canción que habla de todos nosotros, de lo que nos une. Melodías simples que unieron corazones de los niños de Málaga con los de Madrid, de sanos y enfermos, de grandes y pequeños.

El domingo, tras el señuelo de una paella valenciana y la sonrisa de la inmensamente generosa Inma, fuimos todos tan bellos, tan bellos, que llegamos a ser Buenos (I thought I was someone else, someone good). Buenos casi como mi amigo Maté, un hombre tan bueno, tan bueno que pasa hasta de ser guapo. Y eso sí que es generosidad, hay que reconocerlo. Yo, por ejemplo, de ese rollo paso total, por eso soy un poco malote, porque tampoco hay que exagerar. Además, dos runners como nosotros ejerciendo el mismo papel no molaría nada, mejor cada uno esté en lo suyo. Qué a mi me ha tocado ser el guapo de la pareja de albondiguillas corredoras… pues oye, lo acepto con resignación y punto. Ya me gustaría a mí ser tan bueno como él…

Qué día tan maravilloso, ¿verdad? (Oh, it’s such a perfect day). ¡Estoy tan contento de haberlo pasado con vosotros! ( I am glad I spent it with you). Un día como el que vivimos el domingo me engancha a la vida (just keep me hanging on), me devuelve la esperanza en la especie a la que pertenezco, esa especie capaz de producir tantas cosas bellas cuando se lo propone. El domingo, con nuestros generosos regalos, plantamos una semilla de esperanza, y de la esperanza sólo pueden brotar árboles llenos de coloreados frutos (you’re going to reap just what you sow). O al menos así lo vemos Lou Reed y yo, los guaperas de la banda. Fijaos que esa última estrofa de la canción la repite varias veces: “You’re going to reap just what you sow”. Quizás se repite tanto para que no se nos olvide sembrar generosidad y esperanza todos los días.

Este es mi pequeño regalo para los que no estuvieron atentos al temazo que se interpretaba el domingo en el jardín de mi amiga Inma. Es una traducción un poco libre, lo sé. Pero como nos enseñaron a Magdalena y a mí las obras de arte son realidades abiertas que nosotros reinterpretamos. Esta es mi interpretación, espero que Lou Reed no se cabree y me mande esta tarde un mensaje desde la tumba aprovechando la tarifa Halloween.

Os doy las gracias por haber acudido a nuestra llamada y por ser tan generosos con nosotros siempre.

 

Nos vemos pronto.

 

Luis

 

P.D.1: Ha llegado el momento de escuchar el temazo de Lou Reed. El link que os adjunto abajo es la interpretación de hace pocos años que hacen una serie de artistas británicos. Es una maravilla. Vedlo una vez y deleitaos con los artistazos que allí aparecen (algunos de ellos como mi admirado Bowie o el mismo Lou Reed ya no se encuentran entre nosotros). Después volvedla a escuchar, cerrad los ojos y, mientras la melodía se cuela por vuestros oídos, acordaos del domingo que vivimos. Contemplad las maravillosas escenas que en casa de los Mate vivisteis y gozadlas otra vez. It was such a perfect day

https://www.youtube.com/watch?v=dfddYDRIFGY

P.D.2: Gusi, por suerte la canción era corta, aunque ya ves que yo le he sacado petróleo. Muchísimas gracias por ayudarnos y por ser un colibrí menos rollero y mejor que yo. Te quiero un montón.

 

P.D.3: He traducido la canción porque mi amigo Andrés es muy buena gente pero de inglés no tiene ni pajolera idea. Ni falta que te hace, que para eso estoy yo, querido amigo. Gracias por venir.

 

P.D.4: Maté, es broma, el guapo de los “albondiguillas” eres tú, pero es que me encanta hacerme el chulito delante de mis amigos (y de los tuyos). Ya sabes cuánto te quiero, feucho.

 

La luna brilla

Carmen es menuda, su cuerpo es pequeño y vigoroso. Acaba de cumplir los setenta y tres pero sus pies son ligeros como los de una jovencita con ganas de bailar. Su cabello es casi tan castaño como un día lejano lo fue y, esta mañana, una onda le enmarca su sonriente mejilla. Me fijo en sus ojos mientras me cuenta una historia antigua, de las de cuando era pequeño, historias que invocan un pasado en común, feliz, en familia. Sus ojos avellanados son vivos, despiertos, amables, con una mirada que invita a reposar. Entro a través de ellos para encontrarme con un alma sencilla, buena, generosa, una copia del hogar donde crecí. He tardado mucho tiempo en entrar conscientemente por esa ventana, en darme cuenta de todo lo que había allí por ver. Por suerte la vida me ha enseñado con el tiempo alguna lección, y hoy me dejo impresionar menos por lo que brilla y más por esos lugares y personas donde reside lo sencillo, lo bueno, lo que es de verdad.

 

En el libro que estoy leyendo cuenta que los humanos somos seres climatológicos, que el clima marca una parte importante de nuestro carácter. Creo que el Sr. Pla tiene gran parte de razón, pero me parece que se deja algo importante en su teoría. Como poco hay dos climas que afectan al hombre: el de la tierra donde vive y el de la familia donde crece. Barcelona es una tierra de sol atemperada por el mar, llena de luz y posibilidades como la vida. El sol de mi tierra te empuja a salir a la calle, a no guardarte nada y sacarlo todo fuera, a disfrutar de la vida. La profundidad del mar te calma el espíritu, y en momentos de zozobra, te invita reflexionar sobre lo que es importante. El mar además nos ha traído la historia y la cultura de los pueblos que han pasado por aquí. Esas diferentes singularidades nos abren al mundo, aunque periódicamente se nos olvide para poder mirarnos el brillante ombligo que todos creemos poseer.

 

Después de mucho tiempo pensando en ello he descubierto cuál era el clima que afectaba a la casa de los Mora. La primera puntualización es que, pareciendo la casa de los Mora, en realidad era la casa de los Mora Berrocal. Me ha costado años darme cuenta de eso, pero hoy lo tengo claro. Había mucho más que la rama de los Mora en ese hogar. De esa puntualización parte mi teoría climática doméstica: la casa de los Mora Berrocal es una tierra de sol… y de luna. Me explico: en esa casa teníamos la suerte de que el sol brillaba todos los días, un sol fuerte que nos llenaba de vida. Todos hemos vivido y crecido mirando esa luz, captando su energía, alimentándonos de su fuerza que nos ofrecía inmensas posibilidades. La luz de nuestro sol era tan cálida, tan brillante, tan hermosa que nadie quería quedar en la sombra. Bueno, nadie no, en realidad a la luna no le importaba. A la luna le gustaba mirar al sol, disfrutar de él sin importarle esperar en la sombra, tranquila, sin protagonismo, profundamente enamorada. Era tan generosa, estaba tan segura de quién era y de cuál era su papel, tenía tanta luz dentro, que ni se imaginaba competir por el brillar. Y así fue durante muchos años hasta que, un día, necesitamos que lo hiciera.

 

¡Oh noche que guiaste!

¡Oh noche amable más que la alborada!:

Oh noche que juntaste

amado con amada.

 

El día en el que el sol se perdió en el horizonte todos nos quedamos huérfanos de luz. Todo se tornó oscuro como la noche. Pero, sin que yo me diera cuenta durante todavía algún tiempo, esa noche la luna empezó a brillar. Su luz era discreta, se apreciaba en la cercanía. Era una luz serena, que no quemaba, que inspiraba. Su luz no guiaba a ninguna parte, no tenía respuestas, acompañaba. Tuvo que hacerse de noche para que yo la viera, tuvo que perderse el sol para que la discreta luna apareciera en el cielo. Entonces te vi en toda tu plenitud, oh madre mía, luna bella, cariñosa luz que hoy me acaricia el brazo mientras caminamos.

 

Los paseos que daba con mi padre entonces, hoy quiero caminarlos contigo. Estás a mi lado, te miro y sigues siendo la misma. La misma Carmen menuda, caminante fiel, que hoy me escucha a mí, ayer a él. Somos tus impenitentes charlatanes que necesitan ser escuchados para existir, para que sus historias tengan sentido. Estos días hemos caminado mucho juntos, más que nunca, solos tú y yo. Y no siempre es fácil pasar tantas horas sin mucho más que hacer que hablar con el de al lado. Menos contigo, contigo todo es fácil. He disfrutado cada paseo contigo, cada cuadro, cada concierto, cada ronquido. Me ha encantado que me lleves con la lengua fuera para seguirte, que me mires sin una razón aparente y me sonrías, que me escuches cuando me las doy de listo, que me contestes a cada plan “lo que tú quieras”. Qué fácil es contigo, madre.

 

Pla habla, en el libro que te he regalado, de las personas sencillas. Tú serías uno de sus personajes, querida madre. Me gusta tanto tu sencillez, me admira tanto la actitud que tienes ante la vida que te lleva a sacar lo mejor de todo lo que te va ofreciendo. Es tan difícil eso que en ti parece tan fácil. Te voy a confesar algo: ¿te acuerdas que de pequeño quería ser calvo como mi padre?. Ya ves que desde joven me puse en camino para conseguirlo. Pues conseguido el parecerme a mi padre en eso, de mayor quiero más. Quiero ser como tú: sencillo, bueno, cariñoso y con las mismas ganas de ser feliz que tú tienes. Ojalá lo consiga antes de quedarme completamente calvo.

 

Dice un poeta de estos que leo últimamente que somos el tiempo que nos queda. Regalémonos todo el tiempo que podamos, madre, no vaya a ser que el poeta tenga razón. El próximo viaje lo decidimos en Navidad. Te quiero muchísimo.

 

Luisito

 

P.D: Te regalo una foto de uno de los cuadros que vimos juntos. Contémplalo con calma, esa madre eres tú.